Economía, sociedad y, sobre todo, cultura:
En pos de la modernización social tras políticas anacrónicas sabidas a obsolescencia, pero aún con vestigios en recovecos del mundo, se da paso a una segunda tanda de derechos propuestos en otras condiciones y protectoras de otros motivos.
Hitos históricos como la revoluciones mexicana (1910), soviética (1917) y alemana (1919), la república española de 1927, la gran depresión norteamericana (1928) y la insurgencia socialista europea brindan un cariz de cambio a lo que se vivía hasta ese entonces. Los intelectuales toman la iniciativa con agitadas protestas en pos de un cambio radical en la economía mundial, asimismo de una nueva forma de estructurar la sociedad, resultando más horizontal como producto del empuje conjunto para sobreponerse de la crisis.
Los de este rubro se defienden mediante protestas y enfrentamientos políticos, pues el marco jurídico les brinda la espalda para eventuales soluciones. Como derechos sociales estos se presentan y desarrollan en su campo: la sociedad, siendo los aspectos cultural y económico dos criterios inherentes a los fenómenos sociales.
Los derechos de esta segunda generación se refieren en:
a) lo económico: al trabajo y sus condiciones dignas;
b) lo social: a la asociación en sindicatos, a la calidad de vida, a la salud, a la equidad, a servicios públicos y sociales;
c) lo cultural: a la educación, al arte y la ciencia.
Se discute sobre la importancia del papel del Estado en esta categoría, delegando la mayor responsabilidad a la “movilización ciudadana, riqueza política y cultura social”, pues las desvirtúan como sólo expectativas y aspiraciones ciudadanas, que no dependen del Estado para su ejecución o proyecto. ¿Se imaginan un Estado que no defienda la generosidad, equidad y solidaridad entre individuos? ¿Ni el derecho al trabajo, a la calidad de vida y a la expresión artística? Restarle importancia a la segunda generación es limitar el desarrollo individual del hombre, encuadrarlo en su persona jurídica, hacerlo un “buen chico”.
En un país donde la educación de calidad es un privilegio de minorías -ni hablemos de cultura, onerosa y elitista- se puede hacer poco menos que ir contra la corriente. Trabajos que mantienen a su planilla con sueldos indefinidos por ley, prestos a manipularse por empleadores vivarachos. Y una sociedad donde la equidad es un valor que cuesta practicarse, pues las ventajas y desventajas entre ciudadanos saltan a la vista.
Hace 13 años ya, las primeras semanas de agosto, se realiza el evento cultural más importante del Perú, entendido así por su consolidada organización y generosa programación imposible de disfrutar en otras circunstancias. Me refiero al Festival de Cine de Lima organizado por la PUCP. Esto no es una opinión sino una realidad, penosamente poco difundida.
¿Cuántos gatos saben que existe esta muestra? Los miraflorinos y sanisidrinos disputan las mayores asistencias al evento elitista por excelencia del círculo pituco. Tickets caros al alcance de pocos bolsillos e información escueta en medios masivos escamotean la atención popular como si la masificación del festival le arrebatara su condición “exclusiva”. El Festival de Lima no pretende difundir la cultura sino cumplir con su público puntualmente en fechas invernales.
¿Qué hace el Estado para promover un evento popular de similares alcances? ¿Le importa cultivar a su pueblo? ¿Piensa en lo contraproducente de avivar a sus lornas?
El grueso de la población conceptualiza a la cultura como actividad facha, somnífera, aburrida (¡!), calificación comúnmente aplicable a todo lo inexplorado como justificación de su lejanía. “No me importa la cultura porque me aburre”, máxima expandida por el largo y ancho de la opinión pública sin mostrar atisbos de cambio. Regreso, ¿qué hace el Estado para disipar ese prejuicio? ¿Canal 7? Su programación no encuentra el balance entre entretenimiento y cultura, ideal para que lo indiferentes volteen la mirada siquiera. Es que la señal del Estado requiere una estrategia de marketing seria si realmente le interesa el tema, una que indague en los motivos de la antipatía del público y que esboce soluciones varias a aplicar. Obviamente un presupuesto considerable debe ponerse sobre la mesa. La vieja Nicolasa no se da abasto con el relajo ni su nieto Benito con la historia.
Envío nuestra problemática a las calles sondeando al peruano de a pie sobre: ¿Qué sala de conciertos conoces?, ¿qué cineclub?, ¿qué teatro?, ¿qué centros culturales? Sin respuestas quedo de antipático e incomodador y eso que lo hice con la mayor simpatía y comodidad posible. Cambiando de contexto, cito un caso alarmante consecuente de esta desinformación: un grupo de estudiantes preocupados por una asignatura pendiente que consiste en asistir a una actividad cultural para reseñarla. Lo alarmante es que no tienen la más mínima idea dónde encontrar una, y eso se nota en sus angustiados rostros.
Si estos estudiantes se encuentran en esa divagación, ¿te imaginas al panadero?, ¿a la ama de casa?, ¿a la chica fitness?, ¿o a los grupos adolescentes que encuentran pocas cosas mejores que pararse en una esquina a chismear?
Ante tanto consumo del ocio, me aúno como creyente en su solución (futura) a la gran iniciativa de EnseñaPerú(1), que apoyada en la inversión privada busca descentralizar la educación de calidad de la mano de 50 jóvenes docentes, sujetos a evaluación y a concurso, que entrarán a la acción la primera etapa del año 2010, esperando resultados mediatos y una expansión exitosa del proyecto a corto plazo.
Una vez detectado que el principal problema de una sociedad retrógrada y amarillista, ya saboteada por la costumbre del morbo comercial, es la falencia en su pretérita formación académica y su fracaso en la interrelación con las manifestaciones artísticas (culpa del desinterés de los gobiernos capitalistas dedicados a vendernos bonanza económica como solución al filisteísmo) sólo queda apreciarlos como conejillos de indias para postular correcciones luego. La esperanza es futura, el proyecto de cultivación de los próximos ciudadanos debe ser prioridad, porque imposible es transformar conciencias al lado de formarlas, de asesorarlas y allanarles el camino a inclinaciones productivas como “pre-temporada” al torneo de la vida.
Quítale Magaly a un ama de casa y el fútbol a un hombre los domingos y verás como sufren de inanición.
(1) Para mayor información, ingresar a www.ensenaperu.org
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