jueves, 31 de diciembre de 2009

MIS 10 DE LOS 10 AÑOS (2000-2009)

La década que acaba marca el inicio de mi cinefilia, del descubrimiento de obras, de nombres y el refuerzo de mis elementos de juicio. Con 50% corazón y 50% cerebro elijo siempre diez. Muchas quedaron fuera, de ustedes queda traerlas a colación y recordarlas.

Sin más , las contamos, leemos y vemos:


1. El Señor de los Anillos,
de Peter Jackson (2001, 2002 y 2003)

Ninguna película jamás me hizo sentir de nuevo niño como la trilogía del anillo. Personajes de cuentos de hadas que encarnizados combaten con malformados de pesadilla. Batallas emocionantes e inacabables. Despliegue de razas que buscan la extinción de la otra por medio de la valentía en una y del terror por la otra. Nunca se condensó mejor la aventura, la épica y la fantasía en las pantallas ¿Que las computadoras y los efectos especiales? Factores que la ortodoxia la considera muletillas, quién sabe por qué prejuicio.



2. Bailando en la oscuridad, de Lars von Trier (2000)

Película rica que parece pobre, dicen. Hipocresía que algunos condenan, humildad que otros defendemos. La fantasía se cola en la aciaga vida de una madre, Selma (Björk), que ciega progresivamente y se explota entre ruidos de fábrica en pos de operar su hijo de la misma enfermedad que ella sufre. Esos fierros chancados y tuercas oxidadas que rechinan en la fábrica son la tonada del musical con que sobrelleva Selma su vida, susurros o sonidos apenas perceptibles se amalgaman en música que colora y figura su alegría ante la imposibilidad de su vista. Acaso los musicales nunca gozaron de mayor naturalidad que cuando Björk se desliza en la fábrica, el ferrocarril o en su celda con cánticos de evasión a voz quebrada. Sin música, el drama de Lars von Trier es uno de los más desgarradores que mis ojos adolescentes vieron nunca.
Así hubieran cien cámaras filmando la ejecución de Selma no hace a Bailando en la oscuridad menos obra maestra que de hacerse con una sola handycam.



3. Con ánimo de amar
, de Wong kar-wai (2000)

Dos engañados frustran su amor “por impuro”, por asemejar condiciones de la infidelidad que sufren por sus respectivos cónyuges, invisibles, ausentes, de los que sólo se habla y lee. Los flirteos, los acercamientos, las sudoraciones de los dos engañados refuerzan el dolor de su amor autoprohibido y por eso enternecen sus alejamientos: porque el orgullo se impone a la pasión, porque no quieren ser lo que odian. Que el Quizás, Quizás, Quizás de Nat King Cole resuene a varios ratos es por la repetición del lugar común, de lo potencial de una pasión facilitada por quienes deberían prohibirla pero que nunca se concreta. Con ánimo de amar tensa y enamora, impone la fatalidad para engraciar el melodrama y lo consigue sin parecer desgraciada.



4. Luz Silenciosa
, de Carlos Reygadas (2007)

Que su contexto sea una comunidad menonita de población aria, de idioma recóndito y de naturaleza rural, figura a la historia como una fábula de tiempo-espacio indefinido, donde el purismo del ambiente expía las pervertidas cuestiones humanas que podría manifestar un tratamiento más urbano del mismo motivo. Luz silenciosa es un relato romántico en su sentido más estricto, deificado por la luminosidad de su puesta en escena y humanizado por el aspecto victimista de los involucrados en el frenesí, criaturas desaventajadas ante sus hirientes conflictos sentimentales y sus confrontaciones con el mundo del pecado.

El intercambio de amor por paz a través de un beso entre las mujeres, filmado por Reygadas como el trueque entre la vida y la muerte, la felicidad y la desaventura, respectivamente, es la secuencia cumbre de Luz silenciosa, instante recordatorio como la “resurrección” de la esposa, cuando se desenlaza el conflicto afectivo en una última concesión por parte de la amante, quien cede de su pasión a cambio de la mansedumbre de su alma. La espiritualidad de los personajes emerge como celo primordial de sus motivaciones, lo que da a la película un ventisco de teorema existencial sobre lo pasional como motor de acciones.

Luz silenciosa es una película de interpretación de gestos y de lectura, prácticamente nadie habla el dialecto original de los parlamentos, lo que emboza virtuales carencias interpretativas de sus figurantes -despropósitos de sus dos primeros filmes- y eso es un indudable acierto, asimismo una corrección de estilo.



5. Gran Torino
, de Clint Eastwood (2008)

Gran Torino habla del legado perdido de las generaciones conservadoras, un auto cosifica esa herencia que aún puede recuperarse en la juventud vándala que escenifica. Blandengue me siento ante los dramas de Eastwood: éste, sentido, sin concesiones y con sacrificios de remate sólo refuerzan la sensiblería por la que nos dejamos llevar por su maestra manipulación de los momentos dramáticos y trágicos.

Eastwood es constante con su maestría, salvo su tropiezo de este mismo año que fue El sustituto, una de mis odiadas del 2009 y la que me hizo temer sobre su senilidad. Angelina Jolie explotada en todos sus gestos sufridos, además de las situaciones “de la vida real” tratados como telefilme lastimero. Gran Torino llegó para hacer olvidar molestias y elevar un peldaño más a Clint Eastwood, quien deja testamentos fílmicos en cada entrega. Gran Torino deja el acta de defunción de Clint como actor, razón suficiente para que se apunte como un clásico del cine estadounidense de siempre.



6. El silencio de Lorna
, de Jean Pierre y Luc Dardenne (2008)

Esta vez, los Dardenne, ya no retratan el descalabro de un personaje sumido en situaciones límites, sino que postulan y ejecutan una redención de su protagonista, aspecto focalizado antes en La promesa, con tufillo solemne y aventurero, y amagado en Rossetta y El niño con pretensión sugestiva, aún así lograda.

La cámara siempre inquieta, se acerca a sus personajes en interiores, los ensaya íntimos, y los enfría en las grises calles que transitan. Lorna es belga ante la comunidad, cuya mirada juiciosa no penetra las cuatro paredes donde es una inmigrante que vende su estado civil y ciudadanía, recién conseguida por un acuerdo turbio, por estabilidad económica. Asimismo, Claudy, el belga que Lorna desposó por conveniencia, es dadivoso y comprensivo cuando no está angustiado por la heroína que lo hace adicto. La imagen del europeo promedio, sosegado y plácido ante la rutina, es filmada por los Dardenne en exteriores, desdibujando ese perfil en cerrados ambientes donde las miserias se ejecutan sin aspavientos.

El contexto representado es invariable en esta etapa de su obra. No se valen del suburbio de la actual Bélgica para endilgar vilezas a los figurantes de ese entorno, no señalan a los antagonistas como opresores de las buenas costumbres, ni los perfilan como mafiosos y pandillas incontestables, sino como usureros de las circunstancias, timadores urbanos, que empatizan con la condición callejera de sus personajes perturbados. Esa empatía es sostenida por mutuo acuerdo. En el cine de los Dardenne no hay tiranos ni coaccionados héroes, solamente pervertidos individuos que desarrollan su plan de vida en vicios y fijaciones azarosas.



7. Golpes del destino, de Clint Eastwood (2004)

Los storylines de telefilmes en manos de Eastwood se hacen melodramas consistentes con vueltas de tuercas conmovedoras. Ayudado por su hijo Kyle en la música para los momentos claves del drama y la tragedia, Clint coge un drama de ascenso y descenso del éxito, con el valor agregado de que los involucrados son patéticos de sus propios tópicos y cada uno se aferra al deseo del otro por sus necesidades propias, entonces estos matices, dentro de los muchos grises donde discurre el relato, aportan inteligencia a una historia proclive al llanto, a las malas noticias; tal confluencia tiende a bajar sin reparos, pero cómo Eastwood maniobra y conjuga los elementos para ofrecer una obra maestra con las letras plañideras de un Paul Haggis, el guionista, que perpetraría su inefable Crash cuando dirigió: obra fundamental del racismo y de la manipulación morbosa de las situaciones límite.



8. La maldición de la flor dorada
, de Zhang Yimou (2006)

Los componentes que disfruto de los animes y mangas seinen son los mismos que de las películas wuxia, éste es uno de sus mejores exponentes y no sólo de la década. La realeza como el eje de la ambición a gran escala, peleas voladoras coreografiadas, una familia (real) enfrentada por el poder y el amor, escenarios imponentes de colorido y monumentalidad más poetización en la dicción de los parlamentos: una épica casi recitada en mandarín. La mustia canción de los créditos Júhua Tái, de Jay Chou, cierra triste su visionado. La maldición de la flor dorada también me regresa a niño.



9. Expiación, deseo y pecado
, de Joe Wright (2007)

Mi apuesta en esta lista. En un epílogo memorable, en búsqueda de exculpación, la malhablada Briony narra el antes, durante e infeliz después de los hechos ocurridos por su delación en las páginas (audiovisuales) de su novela –llamada también Expiación- que recrea y asimismo ficticia los hechos que la enfrentaron con su hermana y novio . Es Expiación la película, Expiación la novela -la ficcional de Briony-, una mirada subjetiva de los hechos por parte de ella, hasta antes del desenlace con la que apela a la redención consigo misma.

Si bien la última secuencia es la que carga con la emotividad entera del filme, es la primera parte la más lograda cinematográficamente. Wright propone una anti-elipsis para anteponer los actos trascendentales de las escenas (la fricción sexual de la pareja en la pileta del jardín o la del sexo en la biblioteca) al antecedente y consecuencias inmediatas de las mismas, generando suspenso y potenciando una variación inocua no aplicada de esa situación agravante, ya actuada y pecada. Pulsiones alcahuetes que compartimos con la intención del autor. Recurso que utiliza sólo en el capítulo de la casona.

Expiación es una novela, de Ian McEwan, adaptada película, de Joe Wright, en la que una novela recreada es la base del relato, la Briony Tallis. También la película hace reverencia al poder de la escritura para escribir y reescribir Historias.



10. Petróleo sangriento
, de Paul Thomas Anderson (2007)

En Petróleo sangriento asistimos al curso de la batalla de la codicia, encarnada en un Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) aplastante, usurero de masas crédulas y ducho del floreo demagogo, en disfraz de surgidor magnate petrolero y de abnegado padre. Contado en un emergente siglo XX, cuando el “oro negro” se presentaba flamantemente como materia de disputa, este siniestro juego de alcance de poder desarrolla sus motivos no sólo con el unipersonal de Plainview sino se refuerza con una variante del mismo arquetipo, el charlatán eclesiástico Eli Sunday (Paul Dano), con quien rivalizará implícitamente por atención y favor del auditorio popular.

Anderson contextualiza su duelo de rapaces en campo agreste, idóneo como escenario de guerra -aunque esta sea sólo de verbo y avivamiento-, mostrando en jornadas alternas el histrionismo en sus respectivas faenas tanto del magnate como del orador, ambos personajes explotadores, ofertantes de bonanza, que finalizarían su lid en un encuentro antológico en la sala de bolos de Plainview. Petróleo sangriento es un seguimiento expectante a la avara carrera del pastor maldito que es este último, explorando también sus recovecos afectivos, en los casos de su hijo adoptivo y de su supuesto hermano.

Petróleo sangriento es el marco aciago de la época que data el sueño americano, del que Daniel Plainview es su afeado rostro modelo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

BALANCE 2009: Mis diez en las multisalas


Primero el año que se va.

Pareciera que el pasado 2008 fue superior en estrenos -principalmente por su arranque, con la temporada de premios que dejó mis preferidas del año entero- empero no lo considero cierto en discrepancia con muchos. En impresión, este 2009 pareciera irregular en comparación al año anterior, y es que mis favoritas se repartieron a lo largo del año, por estaciones, y no se condensaron en un inicio de año notable para la calidad de nuestra cartelera, que siempre nos inclina a preferir el DVD, y pirata. Cada película nombrada tuvo su tiempo en mi altar.
Considerable cantidad de películas buenas y estimables anduvieron por las multisalas, aún así elijo sólo 10 porque de eso depende el juego. Sin suspenso, del mejor al menos-mejor:

1. Gran Torino: Varios fanáticos de los automóviles asistieron al cine para ver correr al setentero Gran Torino; a cambio, muchos salieron conociendo y admirando tarde al maestro Clint tanto como su motivación de cuatro ruedas. Gran Torino habla del legado perdido de las generaciones conservadoras, un auto cosifica esa herencia que aún puede recuperarse en la juventud vándala que escenifica. Blandengue me siento ante los dramas de Eastwood: éste, sentido, sin concesiones y con sacrificios de remate sólo refuerzan la sensiblería por la que nos dejamos llevar por su maestra manipulación de los momentos dramáticos y trágicos. Imposible ya que se equivoque.

2. El matrimonio de Lorna: El cine de los hermanos Dardenne, además de refinarse, se complejiza y explora nuevos derroteros. El personaje de Lorna es perturbado, lóbrego y malhechor si es necesario, pero no en pos de un bar propio sino por el borrón de su pasado que significa miseria y padecimientos. Todo se admitirá para que lo belga cale en los huesos de Lorna y por eso necesita radicar y negociar por esas latitudes. El silencio de Lorna orienta sus ambiciones a la evolución de su protagonista, conmueve tanto como perturba su expiación al proteger una supuesta vida próxima en su vientre. Lorna deja atrás su vida belga, a la culpa, al dinero y documentos incluidos, para refugiarse en las entrañas de la nada, donde supuestamente emergió.

3. El luchador: Sin optimismo, y sin estridencia, Aronofsky señala que solo hay un camino en la vida, así seas luchador. Dícese en El luchador que el sendero de la vida se bifurca en “lo que se puede hacer” y en “lo que se quiere hacer”, la complicación es que no siempre se puede lo que se quiere y cuando se puede, algo se deja o pierde. Los problemas de este luchador, Randy, no son cardiacos sino del corazón romántico: su hija y su amada están del flanco contrario al de su pasión luchística y sus vicios. Esa decisión desenlaza este filme que entrelíneas ensaya una reflexiones sobre el paso del tiempo, el fracaso y el olvido. Mickey Rourke y sus fealdades faciales toman considerable protagonismo.

4. Bastardos sin gloria: Aquí Tarantino juega a señalarnos jueces de la moral con la violencia justificada, dándole permiso a nuestro taimado fervor asesino para que desfogue su morbo durante los 153 minutos que dura la sesión. Eso es lo divertido, ver el gesto de la banda de Brad Pitt y girar la vista para ver el vacilón de las butacas vecinas. Seguimos a un ejército cazador que imita el modus operandi de sus sabuesos con métodos igual o más radicales y cruentos con el permiso de nuestras conciencias. A ambos bandos los mueve la xenofobia, no la defensa.

El cine, y lo sabe un amante suyo como lo es Tarantino, tiene el poder de escribir la Historia en las imágenes que proyecta, de crear mundos tan paralelos como distantes con los elementos de pasajes ya existentes y conocidos como son la Segunda Guerra Mundial y el desenlace del Tercer Reich.

5. [REC]: Cada vez es más se valora el hallazgo de un de horror efectiva. [REC] no solo hace presencia cumplidora sino que es verdaderamente aterradora. Que una débil viejecita arremeta potente contra policías y bomberos o que una pequeña niñita arranque de una sola mordida la nariz de su madre dejan en manifiesto la nocividad del virus y lo sórdido de los alcances sangrientos de la propuesta de Balagueró y Plaza, que con la intención del tiempo real por el efecto de la cámara al hombro cual reportaje nos hace partícipes de ese escabullimiento miedoso por salvar la vida. La complicidad de los silencios en la sala más los gritos precisos en sus momentos y duraciones hicieron de [REC] una experiencia redonda.

6. Che: el argentino: El Che Guevara deja de ser calcomanía para adentrarse en el bosque y recrear los movimientos de su leyenda. El Che como revolucionario, como hermano guajiro, como político representante. Soderbergh postula mayor verosimilitud de su filme con la simulación de material de archivo, pero principalmente con el español en los parlamentos con el acento cubano que no se soslaya. Como filme de ficción Che: el argentino es un excelente documental y eso aquí es un acierto. La parte que la completa, Che: guerrilla, nunca estrenada en Perú, recomiendo adquirirla en DVD de cualquier precio.

7. La teta asustada: Un canto de querella se abate en el oscuro granulado de la pantalla. La voz de una anciana quebrada por los años y los maltratos, antes de apagarse, deja su dolor por testamento a su hija, quien lo acoge también cantando en un quechua desafinado pero piadoso. Esa transferencia del miedo se da cual herencia única entre madre e hija, marcando el punto de partida del enfrentamiento con la realidad de esta última, Fausta, que cargará con su varada difunta como símbolo de su susto legado.

Siguiente al cántico, Fausta, frágil y sola, de espaldas a la gran ventana del cuarto, es apocada por las casas y cerros que se expanden en el cuadro. Una Lima agreste se ubica como contexto, que a su vez es el puente exacto entre las dos realidades en las que Llosa interactúa y de las que coge elementos, lo rural y lo urbano. Manchay es la localidad donde estas dos culturas confluyen y donde La Teta Asustada desarrolla sus motivos.

En esa escena de tan sólo dos tomas, de opuestas perspectivas, la directora condensa en una habitación el par de frentes demográficos que maneja, señalando las condiciones íntimas del conflicto -de naturaleza serrana- con la agonía de la madre, como también las dificultades externas del mismo en un ambiente adverso -como la bravura de las afueras de la ciudad- con el contraste entre el timorato gesto de Fausta y las irregularidades de la geografía donde se ubica. Es un prólogo diáfano, filmado con pulso veterano y sensibilidad manipuladora que da miedo, pero complace por efectivo.

Con tan solo esa secuencia vale su inclusión en la lista.

8. Planet Terror: Mi comedia del año. Es que tanta bizarría no puede provocar más que risas. Fue la primera estrenada del díptico Grindhouse, la encargada a Robert Rodríguez, el de Sin City. El planeta humeado por gases tóxicos que convertían a zombies a milicos subversivos y a casuales inhaladores, mujeres que ametrallan con la coja, enfermeras implacables con sus jeringas de colores, pequeñines vagos con la destreza conjunta de Van Damme/Rambo. El título de un planeta sumido en el terror suena a burla tras los créditos finales. Mejor sabor de boca me deja que su otra parte, la siguiente:

9. A prueba de muerte: En esta película, Tarantino no da puntada sin hilo en señalamientos a la falibilidad del celuloide como defecto humano en la producción de un filme, a las hazañas de los dobles de acción con tufillo heroico y redentor, asimismo al disparate de la serie B, a todos sus componentes y lugares comunes, como asilo kitsch de la inagotable cultura pop. Todos enmarañados con la hilaridad de un inteligente venerador de su amante de nitrato.

10. La duda: El Philip Seymour Hoffman de La duda es mejor que cualquier otro; lo genial de Capote y Antes que el diablo sepa que has muerto es superado por la tibieza y expresión tan miedosa como ambigua que estremece de un padre Flynn que nunca contesta ni demuestra inocencia o culpabilidad a las acusaciones que se le espetan. Meryl Streep dota a la bonita Amy Adams de una gracia y talento que no le eran propios e iguala un nivel que provoca suspiros y buenas memorias. Viola Davis aparece, habla, encanta, se va y hasta pide Oscar. Cuatro delietes en escena que me hacen más simpática a la Iglesia católica. La duda, o el prejuicio, es como pocas: un embeleso al oído.

Al recordar sus pasajes pienso si debí subirla al podio.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ell SILENCIO DE LORNA: La película del año


Con El silencio de Lorna para nada detecté un estancamiento o una repetición de discurso en el cine de los belgas. Sus búsquedas encuentran nuevos derroteros tras cada entrega, sus miradas se complejizan y abarcan más que lo empezado con La promesa, donde el remordimiento es el motor del arrepentimiento de un niño que sabe sólo de manipulación y timo.

Esta vez ya no se retrata el descalabro de un personaje sumido en situaciones límites, sino que postula y ejecuta una redención de su protagonista, aspecto focalizado antes en La promesa, con tufillo solemne y aventurero, y amagado en Rossetta y El niño con pretensión sugestiva, aún así lograda.

La cámara siempre inquieta, se acerca a sus personajes en interiores, los ensaya íntimos, y los enfría en las grises calles que transitan. Lorna es belga ante la comunidad, cuya mirada juiciosa no penetra las cuatro paredes donde es una inmigrante que vende su estado civil y ciudadanía, recién conseguida por un acuerdo turbio, por estabilidad económica. Asimismo, Claudy, el belga que Lorna desposó por conveniencia, es dadivoso y comprensivo cuando no está angustiado por la heroína que lo hace adicto. La imagen del europeo promedio, sosegado y plácido ante la rutina, es filmada por los Dardenne en exteriores, desdibujando ese perfil en cerrados ambientes donde las miserias se ejecutan sin aspavientos.

El contexto representado es invariable en esta etapa de su obra. No se valen del suburbio de la actual Bélgica para endilgar vilezas a los figurantes de ese entorno, no señalan a los antagonistas como opresores de las buenas costumbres, ni los perfilan como mafiosos y pandillas incontestables, sino como usureros de las circunstancias, timadores urbanos, que empatizan con la condición callejera de sus personajes perturbados. Esa empatía es sostenida por mutuo acuerdo. En el cine de los Dardenne no hay tiranos ni coaccionados héroes, solamente pervertidos individuos que desarrollan su plan de vida en vicios y fijaciones azarosas.

La expresividad de la cámara y sus movimientos es la que marca la pauta emocional de la acción dramática, denotando angustia al cerrar un plano al rostro, o distensión al mostrar uno abierto con zumbido. Un estilo influyente para la actual producción del este europeo, principalmente en Rumania y Hungría con Mungiu y Fliegauf, respectivamente.

El silencio de Lorna orienta sus ambiciones a la evolución de su protagonista, conmueve tanto como perturba su expiación al proteger una supuesta vida próxima. Lorna deja atrás su vida belga, con culpa, dinero y documentos incluidos, para refugiarse en las entrañas de la nada, donde supuestamente emergió.