jueves, 1 de abril de 2010

NO TODOS LOS BARRISTAS SON HINCHAS

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Quienes creen que la fiesta del fútbol depende más del griterío en las graderías que del espectáculo deportivo sabe poco y nada de esto. Varias voces enlutan el clásico del sábado porque el Comando Svr y Trinchera Norte no están invitados a la cita. Sus planes de violencia post-partido han sido truncados con acierto. Y es que hay un incumplimiento de un acuerdo entre ambos clubes de empadronar a los hinchas. Los jóvenes delincuentes no quieren listarse por temor a su fácil identificación, por lo que se rehúsan en su mayoría.

¿El “sabor y color” de un partido depende de la turba en las tribunas? Los que sentencian la decisión del Mininter parece que disfrutan los riesgos de tener un contingente de pirañas tras sus pertenencias después de cada partido. O acaso quieren negar que este tipo de partidos los reúne y enfrenta en las avenidas principales aledañas a los estadios. Los que lamentan sus ausencias son principalmente quienes algo más que “color” pierden con esto.

La resistencia de un sector a esta medida trivializa el homicidio de la joven Paola Vargas, entendiéndolo como una anécdota de la malcriadez juvenil. Se exculpan todos por la aceptación social de barras bravas como parte del fútbol, que no precisamente son hinchas. Sólo basta hacer el simple ejercicio de preguntar la mitad del equipo titular a muchos de estos oportunistas para, ante sus ignorancias, caer en cuenta que su motivaciones son el desfogue eufórico de violencia con total libertad y de ascenso barrial como matones de callejón, mas no apreciar un espectáculo deportivo.

¿Alguno de los quejones sabe que “el cabecilla” somete a correazos a los que no gritan y saltan en las barras? ¿Que cuando un nuevo hincha quiere apegarse al gentío este es rechazado o, de tener pertenencias valiosas, asaltado? ¿Saben que en la parte exterior de las populares amedrentan a los jóvenes a que les den propina? ¿De las muertes no registradas en los enfrentamientos previos y posteriores? Ser primero ciudadano antes que portavoz de la violencia juvenil, señores.

trinchera

Señores, periodistas muchos, que con afán tribunero y con línea editorial mamona de los compadres defienden “el color y sabor” de las hinchadas en pos de sus ventas. Asimismo, los dirigentes lamentan la decisión, no por la ausencia de gritos, humo y papeles voladores, sino por la reducción considerable de la taquilla. El fútbol es secundario en los objetivos de ambos si hay plata de por medio. A estas alturas, ya muchos se han creído el cuento de que no hay clásico sin barras, como si fueran sólo una pintura en los estadios que se lavaran con agua no bien terminado el partido.

Los amantes del fútbol, que somos muchos en los barrios del Perú, jugamos arduamente nuestra pichanga con ánimos de no perder nuestros 50 céntimos apostados. La euforia sobra, el sudor empapa y los cuerpos se lastiman por la ferocidad de los choques o por los peligrosos filos de las calles. Nadie grita por nosotros ni asalta después en nuestro nombre. Sólo nos entregamos a la pasión de patear un balón hasta que no declaren ganadores; de perder, exhaustos quedamos satisfechos con el placer de poder jugar.

U y AL con tribunas sin rateros ni matones, violencia que enturbia sus insignias, pueden brindar el espectáculo que se espera. Esperamos que los hinchas de verdad, que por la llegada de la delincuencia a las populares se alejaron de estas, regresen –empadronados, según el acuerdo- a levantar las banderas de los colores de su fanatismo. Se ha dado un valioso primer paso que considera la seguridad ciudadana en varios niveles. Ojalá no retrocedan dos después.

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