Primero el año que se va.
Pareciera que el pasado 2008 fue superior en estrenos -principalmente por su arranque, con la temporada de premios que dejó mis preferidas del año entero- empero no lo considero cierto en discrepancia con muchos. En impresión, este 2009 pareciera irregular en comparación al año anterior, y es que mis favoritas se repartieron a lo largo del año, por estaciones, y no se condensaron en un inicio de año notable para la calidad de nuestra cartelera, que siempre nos inclina a preferir el DVD, y pirata. Cada película nombrada tuvo su tiempo en mi altar.
Considerable cantidad de películas buenas y estimables anduvieron por las multisalas, aún así elijo sólo 10 porque de eso depende el juego. Sin suspenso, del mejor al menos-mejor:
1. Gran Torino: Varios fanáticos de los automóviles asistieron al cine para ver correr al setentero Gran Torino; a cambio, muchos salieron conociendo y admirando tarde al maestro Clint tanto como su motivación de cuatro ruedas. Gran Torino habla del legado perdido de las generaciones conservadoras, un auto cosifica esa herencia que aún puede recuperarse en la juventud vándala que escenifica. Blandengue me siento ante los dramas de Eastwood: éste, sentido, sin concesiones y con sacrificios de remate sólo refuerzan la sensiblería por la que nos dejamos llevar por su maestra manipulación de los momentos dramáticos y trágicos. Imposible ya que se equivoque.
2. El matrimonio de Lorna: El cine de los hermanos Dardenne, además de refinarse, se complejiza y explora nuevos derroteros. El personaje de Lorna es perturbado, lóbrego y malhechor si es necesario, pero no en pos de un bar propio sino por el borrón de su pasado que significa miseria y padecimientos. Todo se admitirá para que lo belga cale en los huesos de Lorna y por eso necesita radicar y negociar por esas latitudes. El silencio de Lorna orienta sus ambiciones a la evolución de su protagonista, conmueve tanto como perturba su expiación al proteger una supuesta vida próxima en su vientre. Lorna deja atrás su vida belga, a la culpa, al dinero y documentos incluidos, para refugiarse en las entrañas de la nada, donde supuestamente emergió.
3. El luchador: Sin optimismo, y sin estridencia, Aronofsky señala que solo hay un camino en la vida, así seas luchador. Dícese en El luchador que el sendero de la vida se bifurca en “lo que se puede hacer” y en “lo que se quiere hacer”, la complicación es que no siempre se puede lo que se quiere y cuando se puede, algo se deja o pierde. Los problemas de este luchador, Randy, no son cardiacos sino del corazón romántico: su hija y su amada están del flanco contrario al de su pasión luchística y sus vicios. Esa decisión desenlaza este filme que entrelíneas ensaya una reflexiones sobre el paso del tiempo, el fracaso y el olvido. Mickey Rourke y sus fealdades faciales toman considerable protagonismo.
4. Bastardos sin gloria: Aquí Tarantino juega a señalarnos jueces de la moral con la violencia justificada, dándole permiso a nuestro taimado fervor asesino para que desfogue su morbo durante los 153 minutos que dura la sesión. Eso es lo divertido, ver el gesto de la banda de Brad Pitt y girar la vista para ver el vacilón de las butacas vecinas. Seguimos a un ejército cazador que imita el modus operandi de sus sabuesos con métodos igual o más radicales y cruentos con el permiso de nuestras conciencias. A ambos bandos los mueve la xenofobia, no la defensa.
El cine, y lo sabe un amante suyo como lo es Tarantino, tiene el poder de escribir la Historia en las imágenes que proyecta, de crear mundos tan paralelos como distantes con los elementos de pasajes ya existentes y conocidos como son la Segunda Guerra Mundial y el desenlace del Tercer Reich.
5. [REC]: Cada vez es más se valora el hallazgo de un de horror efectiva. [REC] no solo hace presencia cumplidora sino que es verdaderamente aterradora. Que una débil viejecita arremeta potente contra policías y bomberos o que una pequeña niñita arranque de una sola mordida la nariz de su madre dejan en manifiesto la nocividad del virus y lo sórdido de los alcances sangrientos de la propuesta de Balagueró y Plaza, que con la intención del tiempo real por el efecto de la cámara al hombro cual reportaje nos hace partícipes de ese escabullimiento miedoso por salvar la vida. La complicidad de los silencios en la sala más los gritos precisos en sus momentos y duraciones hicieron de [REC] una experiencia redonda.
6. Che: el argentino: El Che Guevara deja de ser calcomanía para adentrarse en el bosque y recrear los movimientos de su leyenda. El Che como revolucionario, como hermano guajiro, como político representante. Soderbergh postula mayor verosimilitud de su filme con la simulación de material de archivo, pero principalmente con el español en los parlamentos con el acento cubano que no se soslaya. Como filme de ficción Che: el argentino es un excelente documental y eso aquí es un acierto. La parte que la completa, Che: guerrilla, nunca estrenada en Perú, recomiendo adquirirla en DVD de cualquier precio.
7. La teta asustada: Un canto de querella se abate en el oscuro granulado de la pantalla. La voz de una anciana quebrada por los años y los maltratos, antes de apagarse, deja su dolor por testamento a su hija, quien lo acoge también cantando en un quechua desafinado pero piadoso. Esa transferencia del miedo se da cual herencia única entre madre e hija, marcando el punto de partida del enfrentamiento con la realidad de esta última, Fausta, que cargará con su varada difunta como símbolo de su susto legado.
Siguiente al cántico, Fausta, frágil y sola, de espaldas a la gran ventana del cuarto, es apocada por las casas y cerros que se expanden en el cuadro. Una Lima agreste se ubica como contexto, que a su vez es el puente exacto entre las dos realidades en las que Llosa interactúa y de las que coge elementos, lo rural y lo urbano. Manchay es la localidad donde estas dos culturas confluyen y donde La Teta Asustada desarrolla sus motivos.
En esa escena de tan sólo dos tomas, de opuestas perspectivas, la directora condensa en una habitación el par de frentes demográficos que maneja, señalando las condiciones íntimas del conflicto -de naturaleza serrana- con la agonía de la madre, como también las dificultades externas del mismo en un ambiente adverso -como la bravura de las afueras de la ciudad- con el contraste entre el timorato gesto de Fausta y las irregularidades de la geografía donde se ubica. Es un prólogo diáfano, filmado con pulso veterano y sensibilidad manipuladora que da miedo, pero complace por efectivo.
Con tan solo esa secuencia vale su inclusión en la lista.
8. Planet Terror: Mi comedia del año. Es que tanta bizarría no puede provocar más que risas. Fue la primera estrenada del díptico Grindhouse, la encargada a Robert Rodríguez, el de Sin City. El planeta humeado por gases tóxicos que convertían a zombies a milicos subversivos y a casuales inhaladores, mujeres que ametrallan con la coja, enfermeras implacables con sus jeringas de colores, pequeñines vagos con la destreza conjunta de Van Damme/Rambo. El título de un planeta sumido en el terror suena a burla tras los créditos finales. Mejor sabor de boca me deja que su otra parte, la siguiente:
9. A prueba de muerte: En esta película, Tarantino no da puntada sin hilo en señalamientos a la falibilidad del celuloide como defecto humano en la producción de un filme, a las hazañas de los dobles de acción con tufillo heroico y redentor, asimismo al disparate de la serie B, a todos sus componentes y lugares comunes, como asilo kitsch de la inagotable cultura pop. Todos enmarañados con la hilaridad de un inteligente venerador de su amante de nitrato.
10. La duda: El Philip Seymour Hoffman de La duda es mejor que cualquier otro; lo genial de Capote y Antes que el diablo sepa que has muerto es superado por la tibieza y expresión tan miedosa como ambigua que estremece de un padre Flynn que nunca contesta ni demuestra inocencia o culpabilidad a las acusaciones que se le espetan. Meryl Streep dota a la bonita Amy Adams de una gracia y talento que no le eran propios e iguala un nivel que provoca suspiros y buenas memorias. Viola Davis aparece, habla, encanta, se va y hasta pide Oscar. Cuatro delietes en escena que me hacen más simpática a la Iglesia católica. La duda, o el prejuicio, es como pocas: un embeleso al oído.
Al recordar sus pasajes pienso si debí subirla al podio.
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